periodismo cultural y nueva obra

 SUMARIO                                                                                                                                          

 

 

__AT HOME. Wilmar Berdino

    

 

 

 

__ZOOGRAFÍAS. Grafismas de Marcelo Morillas

   

 

 

 

__LA HISTORIA DE LAS COSAS. Annie Leonard

  

   

 

 

__POEMAS. Franco Rivero

    

 

 

 

__COMO NINGUNA. Malena Muyala en el Solís

  

 

 

 

__CON LOS HIJOS A CLASE. Leonardo Scampini

    

 

 

 

__UN VIAJE QUE SE VOLVIÓ LIBRO. Los hermanos Kronfeld por el mundo

    

 

 

 

N° 4 - Mayo de 2018

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 Amnesty (I)

 Crystal Castels

 

En 2014 la vocalista Alice Glass abandona la agrupación, y todos pensaron que se trataba del fin de Crystal Castels. Pero el otro remo del grupo, Ethan Kath, contactó a la cantante Edith Frances y en 2016  puso a rodar sobre los relojes del mundo este nuevo disco.

Se trata de una de las mejores bandas de electrónica y es una suerte que sigan vivos para poder seguir libando sonidos que te mueven el alma, con la misma intensidad con que te mueven el cuerpo. Algo poco común en el panorama actual. 

En cuanto a Amnesty (I) está unos miligramos más meditativo que los anteriores discos pero continúa desbordando energía, proponiendo buenas melodías y enarbolando una tímbrica de otro sistema solar. 

En un planeta donde los melomános se han venido acostumbrando a novedades hechas con carne podrida del pasado,  la propuesta de esta banda canadiense no es cosa fácil para los sentidos. Su música tiene la dureza de lo que aún no ha sido digerido, de lo que el sistema no ha podido absorber, de lo que un oído preparado para las convenciones se niega a escuchar.

15 años de Sueñapalabra

 

 

LA POESÍA EN TODAS PARTES

 

 

 

Nadie decretó oficialmente el final del grupo, pero lo cierto es que su actividad ha venido mermando y parece haber desaparecido aquel ímpetu de los años fundacionales cuando además de editar libros y organizar recitales, "Sueñapalabra" convocaba a la sociedad a través de acciones públicas y llevaba la poesía a lugares como cárceles, hogares para ancianos y hospitales.

Todo ese movimiento comenzó a gestarse en el desaparecido Centro Bar, un lugar donde se realizaban actividades literarias y culturales en general, en la esquina de Leandro Gómez y 19 de Abril. Era el año 2002 y entre varios de los concurrentes al bar fue creciendo la idea de nuclearse para producir algún movimiento, en medio de una sensibilidad de época que les era propicia.

 

 

PERO HOY LO HARÍA

 

La necesidad de comunicar era muy grande y según Jorge Jesús, en el Paysandú de entonces proliferaban los talleres literarios y las publicaciones de taller que buscaban abrirse camino en la sociedad para que se leyera lo que se estaba haciendo. Lo que faltaba era cerrar el círculo de comunicación, idear el mecanismo capaz de hacer el traslado entre emisor y receptor para que la poesía llegara a la gente

"En ocasión del cumpleaños del poeta Líber Falco, sobre las mesas del boliche Centro Bar apareció el poema suyo que dice: "Fuera locura pero hoy lo haría: /atar un moño azul en cada árbol. / Ir con mi corazón de calle a calle. /Decirles a todos que les quiero mucho..." Y como en el Taller Literario de la Dirección de Cultura habíamos comenzado a trabajar la pregunta sobre cómo romper la incomunicación entre la sociedad y el poeta, al leer aquellos versos nos dijimos ¿Y si festejamos el cumpleaños de Líber Falco atando moños azules en las plazas y en los árboles", rememora Jorge Jesús.

La directora de cultura del momento, Macarena Collazo, habilitó la iniciativa y se expandió por las escuelas, al tiempo que en un liceo de Quebracho rápidamente se organizó un concurso de poesía. Al colectivo naciente le pareció que poner moños en el espacio público sonaba a poco y entonces, armó un cronograma de actividades para todo el mes: veladas de poesía, jornadas de lectura simultánea, maratones de poesía, presentación de libros, charlas, exposiciones de fotos antiguas, talleres de plástica. Un festival. En octubre. En el mes del cumpleaños de Líber Falco. El mes de Sueñapalabra.

 

 

El nombre del grupo fue un aporte de Felipe Vener, propietario de Centro Bar - quien además tuvo la idea de nombrar a la nueva peatonal 19 de abril con el nombre del poeta sanducero Humberto Megget, un compromiso asumido por las autoridades pero jamás oficializado- y las atadas de moños en los años venideros, pasaron a ser un aporte de la misma sociedad.

"Al principio salimos nosotros a colgar los moños pero luego comenzaron a hacerlo los niños de las escuelas, y los muchachos del liceo tomaron la iniciativa de subir a los ómnibus a leer poesía o de repartir volantes con poemas en las esquinas, o de tirar globos desde los edificios. Llegó un momento en que la gente nos preguntaba ¿y? ¿este año no van a poner moños?. Fue una idea que llegó para quedarse y sin dueños", cuenta Jorge Jesús.

En una escuela de Quebracho se les ocurrió poner un poema junto con cada moño, y en un almacén de Pueblo Esperanza se regalaban poesías junto con cada compra. En cierta ocasión le ataron un moño a una vaca en el medio del campo, y se comenta que una señora que ordeñaba vacas, entregaba un poema junto con la leche que vendía.

 

 

La revista Mbrucuyá que salía los miércoles con El Telégrafo, comenzó a publicar una contratapa llamada "La posta de Sueñapalabra" donde se publicaban poemas escritos por estudiantes secundarios, que eran colocados en una caja que viajaba de liceo en liceo. La caja se dejaba en un centro educativo y a la semana se pasaba a recoger para llevarla a otro liceo.

Milton Nan, que se integró a Sueñapalabra unos meses después, tuvo la idea de editar unos rollitos de poesía y ponerlos en un cajón de frutas para que se los llevaran junto con la compra de las manzanas y las naranjas.

"Cuando entré a Sueñapalabra el grupo se estaba armando. No sé a quien se le atribuye la idea de crearlo, aunque algunos dicen que fue a Jorge Jesús. Luego de conocerlo no me extrañaría que la iniciativa haya partido de él, porque Jorge es un gran fastidiador en el buen sentido de la palabra, que hace que las cosas se muevan, que invita a la gente a participar, que organiza las reuniones, que va a la imprenta, que recauda el dinero. Estábamos en la crisis del 2002 y en el entendido que había que hacer algo, se empezó a juntar la gente para leer poesía y eso fue muy estimulante. Al principio nos reuníamos en el bar de Felipe Vener pero luego, la Alianza Francesa nos recibió como sede", recuerda Milton Nan.

En esas reuniones se planificaban las acciones futuras y se tomaba nota de propuestas venidas de afuera del grupo, a las que siempre se les daba viabilidad. "No había un dirección general que autorizara o juzgara si esa actividad estaba en capacidad de hacerse", dice Nan, porque Sueñapalabra apostaba al movimiento y prefería coordinar las iniciativas antes que acaudillarlas.

"Nosotros desde un principio no quisimos personalizar con directivas, fue una cosa de mucha gente, aparentemente espontánea pero que estaba organizado por la misma gente en cada lugar, a través del reservóreo cultural que es el maestro y el docente", explica Jesus.

 

LA CREACIÓN

 

Las acciones públicas hacían visible al grupo y en sí mismo era un objetivo perseguido. Pero también estaba la motivación principal de dar a conocer lo que se estaba haciendo, y estimular a la gente para que se animara a escribir o mostrara las cosas que ya tenían escritas.

"Hubo momentos increíbles, como cuando una señora muy humilde y con su bebé en brazos, apareció en la puerta de Centro Bar y se quedó allí esperando que alguien la atendiera para mostrar un poemario que nunca había dado a conocer antes. Eso fue el valor del Sueñapalabra, que hizo sacar un poco la vergüenza a la gente que escribía. Porque el escritor es muy de escribir y guardar en el cajón. Todos lo hemos hecho y muchos inclusive, hemos publicado a través de un seudónimo para no darnos a conocer", comenta Lucía Borsani.

Borsani se integró al grupo en su segundo año de funcionamiento, cuando se estaba gestando el primer libro colectivo, y allí estuvo trabajando de manera plena durante cinco o seis años. Según recuerda, el núcleo fundacional de Sueñapalabra estaba conformado por Macarena Collazo, Rossana Migliónico, Jorge Jesús, Déborah Eguren, Ruben Rodríguez, Liliám Silvera, Sonia Bruno y Julio Elizalde, un activo participante en el área de las artes plásticas.

Con el paso del tiempo se acercaron al grupo escritores con obra publicada como Ana Laura Rocha y Jesuína Sánchez, y en los cerca de diez libros editados por Sueñapalabra, aparecen nombres como los de Gladys Coppes, Mario Sarabí, Víctor Dantaz y Margarita Heinze entre otros. Muchos de esos libros reunían más de veinte escritores desconocidos o casi -"Sueñapalabra", 2005- y en ocasiones los autores presentados llegaban a ser más de sesenta -"Versoñadores", 2008-.

"El movimiento llevaba a decir 'vamo arriba! si tenés algo para publicar traelo. No había juzgamiento o valoraciones estéticas previas y por eso, no todo lo que aparecía en los libros era poesía. A veces eran expresiones de un sentir que parecía un poema, porque la idea era hacer un movimiento de poesía popular tanto para fomentar la lectura como la escritura", explica Borsani.

La participación en textos colectivos animó a los autores con sus ediciones personales y así se hicieron realidad, "Papiros" de Jorge Jesús, "Horas que merecen el viaje" de Déborah Eguren, "Loca por la luna" y "Vestida para salir" de Lucía Borsani, "Construirse en poemas de amor y lucha" de Víctor Dantaz, o "Un nuevo sol viene quemando" de Ana Laura Rocha.

Entre muchos de los textos de esas ediciones personales y varios poemas aparecidos en los libros colectivos, se perciben zonas de sensibilidad depurada titilando en el gran mar de la poesía popular. Estaban los versos de Gladys Obispo ("Y ahí me quedé, / también anónima, / aspirando/ la primera violeta / del invierno"), algunas líneas soberbias de Déborah Eguren ("El horizonte quiebre su garganta herida de sol"), el tierno erotismo de Lucía Borsani en un poema como "Tu sed" ("A veces me desnudas/ y me llevas/ a la cama de tu sueño/ tallada para mí/ un gran desierto quisiera/ sin pisadas/ y en esas noches de estío/ muerto de sed/ no dices nada/ nada razonas/ no inventas máscaras/ tan sólo trepas a mis dunas/ y me pides agua.") , o la vena descriptiva y sarcástica de Milton Nan en "Mujer independiente":

 

Empezó a leer de autoayuda

a aplicarse reiki por las contracturas

a andar en bicicleta

hizo un curso de bonsai del amor por internet

después uno de goma eva

está pensando en cestería

Y se ocupa

Los martes yoga los jueves al teatro los viernes con las

tías

Después planifica suma y arregla el ropero

Viajó a Brasil y España

Pronto se irá a buscar en Machu Pichu

En esta búsqueda por renovar

cambió los muebles de lugar

y se compró un gatito para acariciar

 

Dice sentirse plena

-Lo que me alegra al fin

es que precisara tantas cosas para sustituirme

 

OTROS ASPECTOS

 

"El movimiento se nutría también de músicos, periodistas y artistas plásticos como Julio Elizalde que acompañó al colectivo desde el principio con su cordel literario, una mezcla de poesía y arte llevada a cabo en sus talleres. Fernando Irecio ilustró algunas de las portadas de los libros, y músicos como Caco Pauletti, Eduardo Corti, Reynaldo Pina y André Masonier se hacían cargo de la musicalización de los recitales", cuenta Lucía Borsani.

Irecio inclusive, tuvo que viajar a la ciudad de Colón para hacerse cargo del sonido y el power point, según cuenta Milton Nan. Tal cosa sucedió en el recital llamado "Queridas cartas" a cargo de Nan y Lucía Borsani, que consistía en la lectura de cartas de amor propias y de personajes de renombre como Frida Khalo o Napoleón Bonaparte.

Gracias a Sueñapalabra, escritoras como Borsani dejaron de usar seudónimo para mostrar sus trabajos y se animaron a hacer sus primeras publicaciones. Gracias a Sueñapalabra "la poesía se popularizó y los poetas dejaron ser bichos raros", dice Jorge Jesus. Gracias a Sueñapalabra hasta nacieron historias de amor. Historias que llegaron para quedarse e historias que tuvieron un inicio y una conclusión.

"La tarde se me cayó de las manos" escribió Déborah Eguren, y no es dificil imaginar la tristeza que la invadía por el fin de una ilusión.

 

Leonardo Scampini

 

 

 

 

 

TEXTOS COLECTIVOS

 

Transparencias, 2002

Versos plurales, 2003

Esto somos, 2003

Tiempo de..., 2004

Sueñapalabra, 2005

Octubre azul, 2007

Versoñadores, 2008

Ópalo y ámbar, 2012

Arca de letras, 2015

 

 

 


 

*Publicado anteriormente en el suplemento Quinto día del diario El Telégrafo (Paysandú)

 

      FRANCO  RIVERO: 3 POEMAS
 
 
 
 
Soy normal
 
 
soy normal
me pongo pelotudo cuando llueve
digo que no me gustan las fechas
que estoy en contra de ellas
pero me pican de lo lindo
lloro con ciertas películas
con ciertas canciones
que pongo a propósito
para llorar
 
me cuesta un perú comer solo
pero hago esa mesa como hago la cama
para mí solo
todos los días
y necesito decirme seguido     está bien
así conmigo
está bien
 
el vacío da miedo
el vacío es todos los peros
aunque mastique como disfrutando
aunque ocupe toda la cama
plácidamente durmiendo
aunque mantenga la casa limpia
no hay forma
de que haga todo y no piense
que es
para mí solo
 
a veces escucho una voz
hago tanto silencio que el aire
parece una mano
la siento en el hombro
 
 
 
 
 
 
 
 
 
psykhé
 
 
de chico decía para mí
por qué será
que a donde vaya yo
se traslada la vida
también me preguntaba
qué era eso de despertarme
y sentir
algo que se despierta conmigo
como dentro de mí
 
sentía el alma
lo supe cuando el tío basilio
me enseñó la palabra
espíritu
y yo le pregunté qué era
y me dijo
es el alma hijo
todos la tenemos
y cómo es
como aire
dijo
como aire
 
entonces respiraba con miedo
cada vez que me daba cuenta
de que respiraba
 
tenés que tomar aire antes
de zambullirte
me decían
para tener más alma
pensaba yo
y era lindo andar
por debajo del agua
con un alma
más grande
 
 
 
 
 
 
 
 
cada tanto vuelvo a lo que fuimos
y me da por desearte paz
decirte
te recuerdo bien
y eso
es lo mejor que te puede pasar
con alguien
que te recuerde bien
 
como ahora
que este brillo
te reunió en mis ojos
mientras pienso
honestamente
pienso
es lindo
haber perdido amor
con vos
 
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Marcelo Morillas

 

 

   ZOOGRAFÍAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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“A la vuelta”

 

 

UN VIAJE QUE SE 

                        VOLVIÓ LIBRO

 

 

 

La Posta del Libro fue el lugar elegido para presentar “A la vuelta”, un libro que narra el extenso periplo de los hermanos Nicolás y Germán Kronfeld por varios países del mundo.

Nacidos en el barrio montevideano del Parque Rodó, en 2013 decidieron lanzarse a la aventura de recorrer buena parte del planeta Tierra sin un peso en el bolsillo, pero con algunas ideas en cuanto a la manera de obtenerlo. El plan que diseñaron fue el de realizar un viaje por etapas cuya primera parte consistía en hacer pie en algún lugar donde fuera posible conseguir trabajo para aprovisionarse del dinero que precisaban.

Se decidieron por Australia por parecerles un sitio apropiado, y porque el Uruguay tenía un tratado con ese país que otorgaba visas de trabajo con los mismos derechos del trabajador australiano. En mente tenían poder realizar tareas en el área de la publicidad o del periodismo -profesiones en las que se habían especializado Germán y Nicolás respectivamente- pero debieron conformarse con hacer tareas de mozos o con juntar vasos sucios en el bar de la Ópera.

“Trabajamos mucho y aunque en principio teníamos pensado dirigirnos a Asia y visitar países como Tailandia, Vietnam, Filipinas, Laos o Camboya, optamos por ir a Nueva Zelanda, porque todo el mundo nos decía que era uno de los países más lindos del mundo. Con el dinero obtenido íbamos a comprar una casa rodante para recorrer el país pero apenas nos alcanzó para una Mitsubishi Lancer, en su versión furgoneta”, cuenta Germán Kronfeld.

 

         

La Mitsubishi hizo las veces de transporte y de casa durante los tres meses que estuvieron en ese país, debiendo pasar todas las cosas del baúl hacia la parte delantera del auto para extender los colchones que permitieran dormir, y durante el día invertir los términos pasando todo lo de adelante hacia la parte de atrás.

“En el auto teníamos todo lo que precisábamos menos una cocina. Para cocinar había que salir a buscar algo que en Nueva Zelanda hay en todos lados: las parrillas públicas. Son unas especies de planchas que están en los parques y playas para ser usadas de manera gratuita, que vos vas, apretás un botón y se empieza a calentar durante unos veinte minutos hasta que se apaga automáticamente. Cocinás, limpiás y queda listo para que venga otra persona y lo use”, recuerda Germán con cierto aire de fascinación.

Mal acostumbrados a las facilidades que les brindaba el pequeño país de Oceanía, viajaban a cualquier lugar con la seguridad de que no tendrían problemas para cocinar. Hasta que llegaron a Matamata -el mítico lugar convertido en centro de atracción turística debido a que allí se filmaron varias escenas de “El señor de los anillos”- donde no pudieron encontrar ninguna plancha pública, debido a ciertas reformas realizadas en los parques.

Lo peor de todo es que habían comprado un pedazo de carne que a partir de ahora pasaría por una odisea de eventos hasta encontrar un lugar donde asarse. Alguien les informó por ejemplo, de la existencia de unas “parrillas de un solo uso” que podían adquirirse en una ferretería industrial y hacia allí se dirigieron. Se trata de unas bandejas de unos 30 por 20 centímetros hechas de papel de aluminio que arriba tienen una parrillita y en medio carbón. El carbón se enciende, y mientras se calienta la comida la parrilla se quema.

 

Al llegar al lugar las buscaron con denuedo por las góndolas sin encontrarlas y cuando preguntaron, se le informó que se acababan de agotar. Cuando salieron de la ferretería vieron una pareja que vendían una especie e chorizos al pan, que estaban con un cartel donde decía que con la compra colaboraban con un grupo de voluntarios. Los chorizos los asaban en una parrilla y les preguntaron si acaso podían cocinar su pedazo de carne allí; ellos accedieron y mientras esperaban que estuviera a punto, se pusieron a conversar.

“Nos preguntaron qué estábamos haciendo allí y dónde vivíamos y nosotros señalamos en dirección al estacionamiento donde se hallaba la Mitsubishi. Empezamos a trabar buena onda con ellos hasta que en un momento nos cuentan que tenían tres hijos, dos de los cuales estaban estudiando en el exterior y dado que sus habitaciones estaban vacías, si queríamos podíamos ir a vivir a su casa para descansar un poco de tanto dormir en el auto. O sea que de hablar con dos tipos que estaban juntando dinero para el campamento boy scout de su hijo, terminamos conversando con Mark y Susan, dos personas que pasaron a ser nuestra familia mientras vivimos allí”, relata Nicolás Kromfeld.

“Este evento nos cambió el modo de viajar, porque nos demostró que entre los lugares turísticos que queríamos visitar, había gente con la que compartir cosas y empezamos a conocer mucho sobre la vida de los neozelandeses y las historias de las personas, todo por pedir que nos cocinaran un pedazo de carne”, agrega Germán.

 

 

CAMBIO DE ENFOQUE

 

Está la gente que se toma un avión y baja en el aeropuerto del país al que va, visita los lugares típicos, las grandes tiendas, las salas de espectáculos, y se pierde la gente, sus costumbres, su pueblito entre las montañas, el extraño paraje donde todas las noches baja una niebla inexplicable cubriéndolo todo.

Se conoce mejor la esencia de un lugar llegando por tierra, caminando su geografía, mojándose en sus cañadas y lagos, mezclándose con las poblaciones y sus peripecias, encontrando historias de vida.

Cuando Nicolás y Germán se percataron de ello, decidieron dejar de esperar que de manera fortuita las historias se les cruzaran en el camino como les había sucedido hasta el momento, y empezaron a buscarlas priorizando los vínculos, sin dejar por ello de visitar los centros de interés propios de cada lugar como por ejemplo, el Taj Mahal en la India.

                            

 

Ubicado en la ciudad de Agra, el famoso templo cierra sus puertas a los turistas todos los viernes, día preciso en que a los hermanos Kronfeld se les ocurrió llegar. Para atenuar la frustración, no les quedó más remedio que aceptar una recorrida por la ciudad que un taxista les ofreció, con la promesa de mostrarles una serie de maravillas ocultas.

“Enseguida nos dimos cuenta que tales maravillas no existían y que el taxista solo quería vendernos un pasaje diario con él. A sabiendas que no había nada al final del viaje, nosotros cambiamos el juego aprovechando más las recorridas que las llegadas a esos lugares que no tenían ningún valor, y en ese aprovechamiento pegamos muy buena onda con Quique -que así se llamaba el taxista- hasta el punto de invitarnos a cenar a su casa. Nosotros aceptamos enseguida porque era lo que nos habíamos propuesto: entrar a las casas de la gente y conocer de cerca una familia de la India y sus costumbres”, confiesa Nicolás.

Compartiendo los alimentos que se servían en esa casa, tomaron contacto con platos que seguramente estaban entre los más picantes del mundo, y conectaron a su vez con la situación excesivamente subordinada de la mujer india, que debía dormir en el suelo mientras el hombre lo hacía sobre una cama, y que solo podía servirse alimentos una vez que los varones se sintieran saciados del almuerzo o cena que ella misma había preparado.

Otra cosa que les provocó extrañeza fue la existencia de un cuarto vacío en la vivienda, que en uno de los rincones tenía una caja de madera chiquita con la imagen de uno de los dioses indios en su interior, y que cumplía la función de templo, de lugar de la casa donde todas las mañanas, sus habitantes concurrían a rezar.

 

MENTIRAS VERDADERAS

 

               

Si uno nunca sale de su país está condenado a creer por el resto de su vida, una serie de supuestos y rumores que se repiten como verdades incontrastables. El himno uruguayo, por ejemplo, es el segundo mejor himno del mundo después de La Marsellesa, hasta que se llega a Chile o a Colombia y oye que sus habitantes, dicen eso mismo sobre sus respectivos himnos nacionales. O los porteños son todos unos babosos, hasta que toca instalarse en Buenos Aires y se descubre que se puede estar entre ellos sin sentirse baboseado.

Lo mismo les ocurrió a Nicolás y Germán Kronfeld cuando tocaron territorio ruso. Llevaban en sus billeteras de presunciones la foto de un ruso frío, alcohólico y grandote, escasamente simpático con los occidentales y hasta violento con los extranjeros, y se encontraron con gente atenta y amigable, a la que le habían contado sobre nosotros, las mismas cosas feas que aquí se dice sobre ellos.

Estaban convencidos, cuenta Germán, que los medios de comunicación occidentales no eran libres y que no vivíamos en países democráticos, y fue realmente muy gracioso enterarse, que el juego que aquí conocemos como “montaña rusa”, en sus parques de diversiones se denomina “montaña americana”.

“Para recorrer Rusia usamos una red social llamada “CouchSurfing” que es algo así como un Facebook de personas que tienen un espacio en sus casas para compartir. Si vas a un lugar y no tenés donde quedarte, allí podés comunicarte con alguien que ofrece un lugar a cambio de algún interés que ellos tengan, y así se van generando ayudas mutuas. Igual que en las redes de occidente, publicás tu perfil, tus gustos personales, chateás con otros, y si hay coincidencia, la persona que ofrece su casa te dice que te quiere recibir”, explica Germán.

La casa donde recalaron era muy pequeña y quien los recibía les había advertido sobre esa particularidad, dejándolos en libertad para buscar otra opción en caso de no sentirse cómodos.

“Se trataba de un monoambiente con baño y cocina donde vivían un matrimonio y su pequeño hijo. Ellos nunca habían recibido gente proveniente de Uruguay y en ese sentido, éramos como una figurita que faltaba en su álbum de visitantes de otros países que se habían alojado allí”, rememora Nicolás.

 

LOS AUTORES

 

Nicolás y Germán hablan muy rápido, son entradores y tienen sentido del humor. Más que presentadores de un libro, por momentos parecían hábiles estandaperos relatando con gracia las anécdotas jocosas que les habían sucedido en su viaje de 1117 días por una cantidad impresionante de países.

Dar cuenta de todo ese recorrido en una presentación no era posible, así que luego de narrar el pasaje de tres meses por Rusia, cerraron la exposición hablando de las experiencias vividas en Mongolia y Japón. El resto está en un libro que aparenta ser ameno, y que tiene el interés de ofrecer una cantidad de saberes desconocidos a todo aquel que no ha viajado tanto, o que lo ha hecho de una manera más convencional.

 

Leonardo Scampini

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M Ú S I C A

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C I N E

 

¿Cuál es la dimensión del mundo? ¿Cuál la noción de realidad? ¿Se puede ser feliz hacinado adentro de una cabeza de alfiler? ¿O lo extenso es condición obligada? 

 

 

at home

 

 

Onkel Seff es un jeropa. El típico asocial que subsiste gracias a las miradas al costado del resto de la sociedad, compuesta, en su mayoría, de asociales como él. Onkel Seff vive en una casa rodante que tiene estacionada en un predio cerca del aeropuerto en el que trabaja. Su familia, tan asocial como Seff, no quiere saber nada de su vida. Entonces Seff se compró una casa rodante de tercera o cuarta mano, sin ducha ni nada, y vive en el predio que está en las cercanías del lugar en el que trabaja, el aeropuerto de Zürich. Del predio, que en realidad es un estacionamiento, tiene que salir cada tres o cuatro días, para volver a estacionar, porque a la entrada hay un sensor que registra las patentes de los vehículos. Aquellos que no salen en determinado tiempo hacen sonar una alarma que está conectada a la central de policía. Muchos helvéticos suelen elegir los estacionamientos para suicidarse. O las vías. Debido a ese motivo esos lugares tienen especial atención. Seff es compañero mío de laburo. Cargamos y descargamos aviones. Estibadores aéreos en tacto con la cadencia del aeropuerto. Seff, en las pausas, entre carga y descarga de aviones, suele fumar e-cigarettes, porque es cool, y es, según las mentes que pueblan los medios sociales, más sano que los cigarrillos tradicionales. El humo, la humareda, es la misma, peor, nubes de e-tóxicos poblando el recinto en donde la troupe descansa, juega cartas, habla de ficticias aventuras amorosas, autos, juegos de play-stations. Seff es el típico suizo de estrato social bajo, sin educación ni perspectivas, que suele cargar su malheureuse vida en las espaldas de los demás. Su vida es una mierda por culpa del resto del planeta. Él es una víctima de la sociedad eurocentrista, de los astros, de sus gustos sexuales, de su negación a hilvanar frases que denoten cierta tendencia a la inteligencia que solemos asociar al ser humano. Onkel Seff larga humo, entre avión y avión, maldiciendo la desgracia de tener que sacar la casa rodante del estacionamiento cada tres o cuatro días antes que la policía, linterna en mano, escudriñe por la noche a través de los vidrios de su morada sobre ruedas, en busca de su presunto cadáver.

 

Pe-Ann es la novia de Onkel Seff. Se conocieron en un sitio de citas online. Pe-Ann vive en un suburbio alejado una treintena de quilómetros de Bangkok. Pe-Ann es tailandesa, sonrisa de oreja a oreja, pelo largo y renegrido, flaca, diminuta, bonita. La contrapartida física de Onkel Seff que es vasto, amplio, tosco, no sonríe nunca, o si lo hace pasa desapercibido tras su nube propia de e-humo. Onkel Seff, aprovechando las rebajas que los trabajadores tenemos en el aeropuerto, se compró un ticket a Bangkok para visitar a Pe-Ann. Ella lo fue a esperar a la terminal internacional y juntos, en taxi, tras un beso en la mejilla, sin intercambiar demasiadas frases en rudimentario inglés, tomados de la mano, llegaron al cuartito que le oficiaba de domicilio. Una sola puerta de entrada y salida, por la que se colaba la intensa luz, iluminaba las pocas pertenencias de la chica que estaban prolijamente ordenadas y en su sitio. Una mesa, dos sillas, una tele, una heladera, una cama de dos plazas, un plato de comida típica esperando para ser calentado en el microondas situado encima del único armario. Eso se lograba ver en la primera foto que Onkel Seff publicó en Facebook.

 

 

Los días pasaron, las publicaciones en Facebook aumentaron su intensidad, su colorido. Onkel Seff y Pe-Ann en un parque de diversiones, el pelo de ella tapando a medias su cara, con la mano izquierda sobre su hombro, y la rueda gigante adivinada detrás, en las proximidades. Otras parejas sonrientes atravesaban el marco de la fotografía. Un niño, con máscara, capa y uniforme de superhéroe asiático, el puño erguido, salía en un ángulo de la misma, inmortalizado para siempre en una pose congelada que atravesaba los cielos imaginarios de su mente de niño, volando para rescatar a la humanidad del flagelo del día. Onkel Seff y Pe-Ann en un restaurante, la mesa rebosante de alimentos humeantes, bebidas y servilletas usadas. Ella mirando con la eterna sonrisa estampada en la cara y él con una mueca gardeliana, la comisura de los labios del lado izquierdo más baja que la del lado derecho, los ojos glaucos con una pequeña luz incipiente, un brillo que podría haber sido provocado por el flash del celular al tomar -sin dudas un mozo por el atisbo de pulgar sobre el objetivo- la foto. Unas lujuriosas plantas, rebosantes de tropicidad y exotismo, completaban la felicidad de extranjería que exudaba el posteo. Onkel Seff y Pe-Ann tirados en la cama, abrazados. El o la selfie los mostraba unidos en un solo ser. Un amasijo amoroso de brazos, piernas y caras en la cama revuelta. Una luz tenue venía desde uno de los costados. Onkel Seff sonreía y una de las manos, que parecía salir desde las profundidades mismas de sus cuerpos unidos, sostenía una hoja de papel en la cual se podía leer, escrito en letras mayúsculas y varias veces subrayado AT HOME.

 

Los posteos, las señales de Onkel Seff desde Bangkok se interrumpieron. Pasaron los días, las semanas, los meses, y nadie tuvo una noticia cierta del paradero de nuestro -a estas alturas ex- compañero de trabajo. Nos contaron los empleados de la estación de servicio que se encuentra a la entrada del predio-estacionamiento que una grúa de la policía llevó la casa rodante de Onkel Seff al depósito municipal al pasar el lapso establecido. Primero se vieron luces de linterna, la noche anterior, escudriñando a través de los vidrios, supongo que por las -cadavéricas- dudas. En caso que algún día decida volver el valor de la multa ha superado ya con creces el de la de su antigua morada trashumante.

Lo solemos imaginar, entre avión y avión, cuando la troupe descansa y nos aburrimos de jugar a las cartas y contar ficticias aventuras amorosas, en algún suburbio de Bangkok escondido tras su nube propia de e-humo, sonriendo de oreja a oreja, en su nueva vida sedentaria, lejos de estacionamientos de sociedades desinteresadas de la suerte de los individuos que la conforman. Por fin at home.

 

Wilmar Berdino

 

Wilmar Berdino nació en Maldonado y vive en Suiza desde hace cerca de tres décadas. Escribió en publicaciones under como "Mole-q-lar" y "Viajero de piedra muerta" y fue colaborador de la revista "Relaciones".  Cuando se jubile, piensa volver a establecerse en Uruguay.

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Educación y maternidad

 

 Con los hijos     

               a clase

 

Si la vida humana pudiera ordenarse de la manera prolija en que se la planifica, pocas mujeres tendrían hijos antes de culminar sus estudios o de obtener una preparación mínima que les permita ingresar al mercado laboral.

Pero lo imprevisible se cruza, y los niños vienen al mundo sin que se los haya buscado, cuando sus madres aún son muy jóvenes y están en medio de su proceso formativo. Se trata en términos generales, de madres solteras que deben afrontar la responsabilidad de atenderlos, mantenerlos saludables y proporcionarles la alimentación diaria, todo lo cual exige que dediquen parte de su tiempo a realizar alguna tarea remunerada para costear esas necesidades. En esa situación es lógico que abandonen los estudios, cosa que según datos proporcionados por la ANEP, acontece con cuatro de cada diez jóvenes embarazadas.

El porcentaje restante está decidido a poner un plus para seguir estudiando a pesar de los inconvenientes y de ahí que cada vez con más frecuencia, se vean muchachas jóvenes concurriendo con sus hijos a los centros educativos por no tener con quien dejarlos.

 

La tendencia que ha llegado a despertar el interés periodístico generando artículos de prensa y notas televisivas, se asienta en primer lugar en el viejo tema del embarazo adolescente -cuyas elevadas cifras no han podido bajarse en los últimos diez años, constituyéndose en un 16 % de los 48 mil nacimientos anuales que se producen en el Uruguay-, y en segundo lugar, en la pertenencia de la mayor parte de las madres jóvenes a sectores socioeconómicamente bajos, lo que hace bastante difícil contratar a una persona para que se haga cargo del niño en horario de clase.

El derecho a estudiar no está en tela de juicio y sea cual sea la situación en la que una persona se encuentre, no deberían interponerse elementos que sirvieran para impedir el cumplimiento de tal derecho. Pero lo cierto es que el ámbito de un centro educativo pensado para jóvenes y adultos, no es el lugar más apropiado para un niño, y si este se aburre y se pone inquieto en clase –o si tiene alguna afección orgánica o alguna necesidad que lo haga ponerse a llorar- , genera una situación de tensión con los compañeros de su madre que ven dificultado su tiempo de aprendizaje, y con el docente a cargo que siente interrumpido el ejercicio de su labor.

De hecho, en la Facultad de Humanidades de la Universidad San Lorenzo de Paraguay, se prohibió llevar a los niños al salón de clases para “salvaguardar las condiciones de idoneidad y formalidad que deben contener los sectores formativos, considerando que (…) la presencia de niños y niñas afecta los procesos de atención a los asistentes en clase”, dice la resolución.

Lo ideal sería que el chico pudiera quedar en un lugar especialmente acondicionado para él y atendido por personas competentes y a tales efectos, en el marco del acuerdo interinstitucional entre el Mides, el INAU y la ANEP, en 2017 se instalaron tres centros CAIF en las zonas de influencia de los liceos para que los padres pudieran dejar allí a sus hijos.

Cada uno de ellos tiene una capacidad para veinte niños y se encuentran en las inmediaciones del liceo Nº 1 de Young, el 11 del Cerro –en Montevideo- y el Nº 2 de Canelones. Son los primeros de una serie de otros tres que se prevé instalar en el correr del presente año.

Acompañando estas medidas, el Codicen aprobó una resolución el 13 de diciembre de 2017, en la que habilita a los institutos de enseñanza de Secundaria, UTU y Formación Docente, a adecuar las ofertas educativas y las normativas existentes, a las necesidades de las estudiantes adolescentes embarazadas, con lo cual, cada centro tiene las manos libres para flexibilizar horarios, hacer que los estudiantes trabajen en diferentes modalidades, solicitar becas de apoyo, y tutorías presenciales como a distancia. Para evitar la nocturnidad de los niños en los centros CAIF, se sugiere que la madre concurra al instituto educativo que le correspondiere, durante las horas del día.

Mientras el Estado instala algunos centros de acogimiento de niños y gestiona otros a largo plazo para llegar a más sectores de población, las soluciones en cada lugar podrían provenir de la ayuda solidaria de los propios estudiantes de cada centro, asociados en una especie de comisión de fomento que se dedicara a reunir economías para financiar la puesta en condiciones de una sala en la propia institución, a los efectos de recibir a los hijos de las madres que estudian en dichos centros. El personal a cargo de esa sala podría financiarse con los mismos fondos obtenidos o podría provenir del trabajo en pasantía y a modo de práctica, de los estudiantes de educación preescolar.

En Argentina la situación de las madres adolescentes se asemeja bastante. De acuerdo con estadísticas brindadas por Unicef, la problemática del embarazo adolescente viene en aumento y los nacimientos correspondientes a esta franja etaria pasaron del 14,9 por ciento del total de embarazos, al 16,4.

Un relevamiento realizado por la Dirección de la Mujer del gobierno porteño, entre 600 chicas encuestadas en las salas de espera de Maternidades y Hospitales, arrojó que solo el 27 por ciento tiene como proyecto de futuro continuar sus estudios. El 42 por ciento expresó que se dedicará a cuidar al bebé, el 15 por ciento no tiene planes, y otro 13 por ciento está pensando solamente en trabajar.

Para las que continúan con los estudios, existen en la ciudad de Buenos Aires 38 escuelas que tienen salas para los hijos de las adolescentes, o que establecen coordinaciones con jardines de infantes estatales aledaños. Cuentan además con una nueva legislación que les permite faltar más que a los estudiantes comunes, les concede un horario de lactancia, y la posibilidad de ver a sus hijos en los recreos.


 

Leonardo Scampini

 

*Artículo publicado en una reciente edición del diario El Telégrafo de Paysandú.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Franco Eduardo Rivero nació en Corrientes, el 11 de Mayo de 1981. Es Profesor de Lengua y Literatura, Licenciado en Letras –Universidad Nacional del Noroeste– y Doctorando en Semiótica, por la Universidad Nacional de Córdoba. Ejerce la docencia en el Chaco y colabora con publicaciones de Argentina. En poesía publicó “Situación desbridamiento”, Edición Ananga Ranga, Colección LSD –Letras Sin Descarte- (2010) y forma parte de las antologías “Ida y Vuelta”, poesía contemporánea de Chaco y Corrientes (2007); “Cuentos Inéditos, Profesora Adriana Rendo”, Publicación de Norte y UNITAN, (2008) y “Poesía Chaqueña: entre la tradición y la vanguardia”, Imprenta Kram, Chaco (2009).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Marcelo Morillas nace en Montevideo el 29 de diciembre de 1971. En la adolescencia ingresa a la pintura con el profesor Francisco Romei. A los 20 comienza a trabajar en prensa en el área de diseño y paralelamente continúa los estudios de pintura. En 2000 toma clases con el renombrado maestro Clever Lara. 

En el 2001 realiza su primera exposición individual en la Galería Aurea. Sigue exponiendo en diversas galerías de Montevideo y Punta del Este hasta el año 2004. Desde ahí hasta el año 2011 se dedica a explorar nuevos caminos sin mostrar su obra al público. 

La nueva etapa lo encuentra en un punto muy distanciado de la anterior, aquella en la que mandaban una paleta alta en diferentes soportes y pronunciadas texturas con diversos materiales. Hoy su trabajo es diferente. Gira en torno a grafismos en blanco y negro principalmente, realizados con crayón y acrílico sobre fibra de madera (MDF) en formatos grandes.Los trazos y pinceladas son puestos en su justa medida y no más.

COMO NINGUNA  

(Malena Muyala 

           en el Solís)           

 

 

              

Desde los setentas hasta aquí, el tango tuvo su fase de “fenómeno” vinculada en cada momento, a la recepción europea de ciertos artistas rioplatenses, o a la pasión que el género estimula en sociedades como la japonesa (donde más tarde ha podido saberse, que tanto se cuelgan del tango y lo escuchan, lo bailan y lo aprenden a interpretar, como se cuelgan de la salsa y el flamenco y se esmeran en aprender sus técnicas interpretativas y los movimientos corporales de sus respectivas danzas).

El fenómeno de esta última década en cambio, se afianza en la vitalidad de un género que –además de contar con artistas capaces de tender puentes a nivel internacional- se expresa en casi todos los frentes: 1) el surgimiento de nuevos cantantes tanto clásicos como renovadores, 2) la vinculación con la e- como puesta a punto, 3) el retorno a los orígenes con intenciones reformuladoras, 4) el nacimiento de orquestas integradas por jóvenes cuyos planteos oscilan entre el semblante ortodoxo y el giro contemporáneo, y 5) el tímido brote de compositores, un debe eterno del dos por cuatro.

Si a esta gran movida del tango tiene un punto de partida aproximado en el naciente del tercer milenio, Malena Muyala se anticipa a sus primeras señales de existencia a la vez que se erige como una de sus personalidades más atrayentes.

Editado en 1998, “Temas pendientes” (Ayuí) era un solitario disco de tangos –como tantos otros que podrían estarse produciendo en la vecina orilla del Plata- que podría anunciar el inicio de una trayectoria individual pero jamás hacer suponer los primeros progresos de un fenómeno como el actual.

Se necesitaría oír sus dos siguientes registros (“Puro verso” y “Viajera”) para confirmar con toda certeza, que “Temas pendientes” no era apenas un bloque de otros que vendrían hasta decantar una personalidad. Allí –y más allá de naturales ajustes que vendrían con posterioridad- estaban los rasgos característicos de un perfil que de arranque, no navegaba por los canales habituales de la escena tanguera.

Tanto en lo vocal como en lo instrumental, en el “sonido Malena Muyala”  sobrenada el modo de ser de la música popular contemporánea en el sentido amplio del pop internacional y de un reconocible “gustillo” montevideano que en lo concreto, se traduce en la preponderancia de una guitarra alejada del rol de rasgueado o punteado en que quedó aprisionada por el género, y una amplia participación de la batería y el bajo.

Su emisión vocal apagada, de tonos medios, y al borde del susurro casi inaudible a veces, es otro dato diferencial en el expediente de su inconfundible grafía estilística, hasta el grado de generar dudas sobre su verdadera filiación genérica.

En este CD / DVD se la puede oír / ver modulando la voz en una cadencia ondulante –tan esquiva al corte y la quebrada- pero con sus pasajes de entonación bien arrabalera, y sus breves y apretadas inflexiones gardelianas - apoyadas en ocasiones con algún rictus labial merodeador de tal estirpe- que demuestran que el tango es una marca en su ADN y que lo que tiene de prestado, viene de renovación.

La versión de “Golondrinas” sacada de su cauce rítmico original, es una muestra de ello, al igual que el tratamiento jazzero de “La noche que te fuiste”, o el novedoso arreglo de una pieza clásica como “Garúa”, sostenida de maravillas con la sola intervención de contrabajo y voz.

Este tipo de resolución no se repite de manera idéntica pero es parte de un concepto minimalista de armado del tejido sonoro, que puede percibirse en cada composición cantada por Malena Muyala.  En ocasiones uno o dos instrumentos con variantes pueden dar la mejor terminación a una pieza y en otros casos, una orquesta con aportes individuales medidos –y hasta exangües- sacar jugo de la sumatoria de materiales breves y extensos.

Registrado en vivo en el Teatro Solís, la mayor parte de los temas que integran el disco pertenecen a “Viajera” (Los años luz / Bizarro) su último trabajo de estudio, que es cuando su faceta compositiva alcanzó los mejores brillos. De allí vienen canciones como “Miente”, “Viajera” o “Ausentes”, donde la tanguez bonaldiana y el embaldosado armónico de Piazzolla y Di Matteo, parecen colarse como influencia.

Organizado casi de menos a más, el recital despega con piezas bien abajo, y llega al remate final con “Pasos” (una milonga de bordes tangueros crecida en su pulso por el ritmo manso de una cuerda de tambores) y “Pena mulata”, un milongón en que el candombe se siente hormigueando entre las vibraciones de la canción.

 

Leonardo Scampini

 

 

En el Solís. Malena Muyala (CD / DVD. Bizarro Records, Montevideo 2009)

 

 

 

 

Leonardo Scampini escribe poesía y ha desempeñado tareas periodísticas en medios como El País Cultural, Relaciones, La Diaria y 7 notas, además de ser parte de los equipos de realización de varias revistas under o fanzines como Sueños, Quark, Mole-q.lar, Viajero de Piedra Muerta, y Fuego del Fin. Actualmente escribe en el diario El Telégrafo de Paysandú