periodismo cultural y nueva obra
 
 
     Y OTRO ROBA EN SU AMBICIÓN
 
 
No debe haber satisfacción mayor que recibir un galardón académico o una regalía económica por algo que se ha realizado con las propias manos o desde el trabajo intelectual. Uno solo  de esos halagos alcanza para saber, que el  pasaje por el éter de la vida realmente cobró un sentido.
Aunque en realidad,  la creación artística no necesita de premios, o en todo caso, no hay mejor premio que la sensación de completud que se siente por el acto mismo de crear, por poner sobre la mesa del mundo una serie de materiales nacidos desde la propia inventiva.
Para el que sabe de estas emociones, copiar la propiedad intelectual ajena no reviste ningún interés, ni necesita que le expliquen sobre las implicancias éticas de adjudicarse la autoría de la obra de otros, ni sobre las posibles penalizaciones legales en caso de hacerlo. Pero las  sensibilidades varían y hay quienes ven el tema  desde una óptica diferente.
Si por un lado está el imperativo ético y las posibles implicancias legales de cometer plagio, por otro hay una especie de máxima que se repite en voz baja por los corrillos de la sociedad: “hay que llegar rápido, a las mejores posiciones, y con el mínimo esfuerzo.” Buena parte del periodismo cultural uruguayo, inclusive,  se ubica en ese lado de la calle de manera indirecta, cuando acude al remanido latiguillo del “ya está todo inventado” -para justificar la vuelta de tuerca sobre el terreno artístico ya transitado, y futilizar el acto mismo de la creación-, o cuando hace uso  del vocablo “homenaje” para minimizar evidentes situaciones de plagio y convalidar procedimientos que conducen a usurpar el trabajo de los demás, sin culpa.
De ese argumento se valió Shakira para explicar la refinada  similitud que el estribillo de “Waka waka” tenía con cierta secuencia de “El negro no puede” de Wilfredo Vargas. La canción en cuestión fue compuesta para el mundial del 2010 en Sudáfrica y según la cantante colombiana, ese estribillo lo tomó de una canción folclórica africana  para rendirle tributo a la nación donde se llevaría a cabo el mundial. Otros temas de su repertorio han sido acusados de plagio. Figuran en esa lista sus más recientes hits: “Chantaje” y “La bicicleta”. 
Muy sonado fue el caso de Rod Stewart y su canción “Da ya think I'm sexy?” de 1978. Su éxito fue tan arrollador que a poco de editarse había llegado a vender 2 millones de copias sólo en Estados Unidos y se la podía escuchar en la radio a cada rato, casi como un martilleo. Tan es así que con un amigo teníamos un juego:  al instante de haber terminado de oír el tema en una estación radial, y para reírnos de su constante presencia en los medios, decíamos:  “¿sabés una cosa?, tengo ganas de escuchar 'Da ya think I'm sexy'”,  y aunque sea difícil de creer, cambiábamos de radio y siempre, siempre, la encontrábamos sonando en otra emisora.
Al parecer, Rod había estado vacacionando en Brasil durante el carnaval de ese mismo año y se le pegó la melodía de “Taj Mahal”  de Jorge Ben (1972) con tanta fuerza, que no pudo evitar utilizar  una misma sucesión de notas extraídas de esa canción para configurar el estribillo de “Da ya think I'm sexy”.  El juicio entablado por el músico brasileño se saldó con la cesión a Unicef de todas las ganancias  generadas por la composición. No queda claro si ese traspaso incluye los derechos de autor (un dinero que puede ser abultadísimo en el caso de artistas con altos niveles  de ventas) y si Stewart en los años subsiguientes, no llegó a obtener beneficios por la cantidad  de versiones que se hicieron de la canción en cuestión, a cargo de  artistas como Revolting Cocks, Paris Hilton, Ministry, Tom Jones, Vanilla Fudge, Miio, y Sabrina entre otros.
Lo que sí está claro es que el tema aún hoy sigue sonando, y le  proporciona a Rod Stewart un alto porcentaje de la fama que ostenta.
Cualquiera pensaría, al observar que el apropiamiento indebido no trae más consecuencias que algún juicio perdido y el pago de ciertas  sumas de dinero para indemnizar a los afectados, que agarrar un pedazo de aquí y otro de allá , puede llegar a convertirse en un verdadero negoción, que trae dinero a veces , y  a veces trae fama. Y que la fama, a la larga, se termina convirtiendo en dinero.
¿Ese es todo el castigo? ¿Una condena judicial que  la  mayor parte de la población ni siquiera sabe que existe?   Y si la sociedad tuviera toda la información, ¿adoptaría alguna medida condenatoria? ¿Optaría por no oír más a Rod Stewart o por dejar de comprar los discos de  Shakira?
 
UN POCO DE LITERATURA
 
El muy publicitado plagio cometido por el escritor argentino Jorge  Bucay, cuyo libro “Shimriti” copió 61 páginas (del texto “La sabiduría recobrada” de la filósofa española Mónica Cavallé) entre un total de 270, vino a corroborar que la sociedad prefiere hacerse la distraída. 
Sin recurrir a la esfera judicial, Mónica Cavallé denunció la apropiación en el terreno académico, y cuando el libro ya llevaba agotada la cuarta edición, la editorial decidió retirarlo de los lugares de venta. Ese fue su castigo ejemplar. 
Varios años después el texto se reeditó con el nombre de “El camino de Shimriti” y los libros de Bucay continuaron vendiéndose como pan caliente. Se estima que entre todas sus obras publicadas , ha vendido medio millón de ejemplares en América y más de 2 millones en España, y que “El candidato” - texto que Bucay publicó luego del sonado caso de fraude-  llegó a agotar 34 ediciones.
                                     
“Muchas veces denuncié  como Bucay se apropiaba de textos ajenos, pero nadie me escuchaba” -dijo el periodista argentino Osvaldo Quiroga, una vez enterado del caso “Shimrity”. Y por lo que se ve, parece que siguen sin escucharlo  demasiado.
En Uruguay fue famoso el caso de Gustavo Escanlar, quien fue despedido del semanario Búsqueda al comprobarse que había plagiado información para un artículo periodístico que llevaba su firma. Lo que pocos saben es que su primer libro (Oda al niño prostituto”, 1993) ya arrojaba pistas sobre esa característica expoliadora de su personalidad. Ese texto incluye tantas intertextualidades, tantas frases tomadas de otros escritores, que  aunque Escanlar cite al final del libro a los autores de las mismas,  no se sabe si “Prostituto..” es una obra escrita por Escanlar  o son los otros autores los que lo invitan para que él diga algo. 
Como casi siempre, su estadía fuera de los medios duró lo que un suspiro. Al poco tiempo de haber sido  despedido de Búsqueda fue contratado por otro medio periodístico, y “premiado por sus méritos” para conducir el programa de televisión denominado “Bendita TV”.
          
O sea que, termino de escribir ésto, y me voy a buscar en algún blog de Filipinas alguna parte de algo, que luego junto con otra parte de un artículo  periodístico  de República Dominicana, y alguna traducción mal hecha en la web de un texto levantado de  una revista digital de Tayikistán,  y listo, ya queda pronta mi próxima nota para El Telégrafo.
Capaz hasta tengo suerte, me descubren y termino escribiendo en   el New York Times.
 
 
Leonardo Scampini
 
 
 

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Leonardo Scampini escribe poesía y ha desempeñado tareas periodísticas en medios como El País Cultural, Relaciones, La Diaria y 7 notas, además de ser parte de los equipos de realización de varias revistas under o fanzines como Sueños, Quark, Mole-q.lar, Viajero de Piedra Muerta, y Fuego del Fin. Actualmente escribe en el diario El Telégrafo de Paysandú.