periodismo cultural y nueva obra

Sociedad

20.04.2011 10:59

           ONTOLOGÍA CYBORG

                    

 

Desde su título, la propuesta de este texto nos introduce en un universo alucinante: es una “reflexión filosófica sobre la confluencia entre cuerpo y tecnología en esta nueva sociedad tecnológica”, pero desborda la reflexión filosófica rozando (y en oportunidades cruzando) la frontera con la ciencia ficción.

El concepto “Cyborg” comenzó a circular en el siglo pasado y ha pasado a formar parte del imaginario actual de las sociedades occidentales. La inclusión de nuevas tecnologías en el cuerpo, ha instaurado un cambio radical que cuestiona conceptos como alienación o humanidad, y parece en camino de volver obsoletas categorías tales como el género y el sexo.

En este libro se examinan lo que la autora –Doctora en Filosofía y Licenciada en Filosofía y Psicología- denomina “ejes cyborgizadores” del cuerpo textual del mapa genético y las posibilidades de la bioingeniería y el mundo virtual de Internet, donde  se diluye el cuerpo físico. Ambas herramientas son responsables de un remodelaje del cuerpo humano.

Asistimos a un proceso iniciado en 1960, cuando Clynes y Kline definieron al Cyborg como un individuo mejorado, que podía ser capaz de sobrevivir en el espacio. En 1995 Haraway lo describió como “un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción”: Su nombre es una conjunción de las palabras “cybernetic organism”. Este híbrido es el corolario del pensamiento occidental cuyas acciones y existencia cuestionan lo definido canónicamente como humano.

Historia del cuerpo e historia del texto han caminado juntos en la historia del pensamiento occidental. La biología, ahora, ha identificado cuerpo con texto, revelando la naturaleza textual de aquel. Desde el interior del cuerpo, el código del ADN escribe un texto que lo conforma. A la vez, el texto ha dejado de ser una representación, un acto explicador, un elemento mediador entre las palabras y las cosas: ha desaparecido en el interior  mismo de la cosa que pretendía explicar. “Nosotros somos un código escrito…” y este código, avances tecnológicos mediante, podría ser objeto de manipulaciones cada vez más sofisticadas. Somos, en última instancia, información codificada…

Y hemos logrado la posibilidad, a partir del momento en que la secuenciación del genoma humano comenzó a ser decodificada (2001), de alterar esa información. ¿Se ha disuelto definitivamente el enfrentamiento entre naturaleza y cultura?

Del “más apto” para la supervivencia hemos pasado al “mejor informado”. La estructura de nuestro lenguaje y la de nuestro código genético evocan la reflexión pitagórica, que  sostenía que todo el lenguaje de la naturaleza estaba escrito en lenguaje matemático. Ha empezado a pensarse en términos de biosemiótica, campo de reciente creación, cuya idea princeps es considerar a la comunicación como la característica esencial de la vida. Así, la biología toma conceptos prestados de las humanidades para comprender la naturaleza, “ha vuelto por fin a su  verdadero carácter histórico y narrativo”. Los biosemióticos sostienen la existencia de dos clases de unidades actuando en la información biológica: el signo como unidad básica de relación y el zigoto como unidad estructural o morfológica.

Desde aquí, fácil es formular la pregunta acerca de la dirección del cambio que se está produciendo: una sociedad que aspire a ejercer el control sobre los individuos podría utilizar los criterios de la escritura genética con fines  perfectivos  y no exclusivamente terapéuticos. Un futuro pesadillesco puede ser visualizado, en el cual el hombre podría ser controlado con un chip electrónico implantado desde el nacimiento.

Simultáneamente, se está procesando la “revolución digital”. Hemos comenzado a bascular entre realidad y realidad virtual y tomamos, quizá con cierta ligereza, a la segunda como un mundo onírico. Pero este mundo podría dar –según algunos autores- la posibilidad de una vida eterna, la creación de un dios que podría convertirnos a todos en seres simulados, habitantes del ciberespacio. En este punto vuelve la pregunta que formulara  J.L.Borges: si el sabio sueña a la mariposa,  ¿cómo saber que no somos, nosotros, los seres soñados por otro? Inflexión esta de la pregunta de Descartes: ¿cómo podemos saber que las personas que vemos no son autómatas? El “yo pienso” respondió en la filosofía occidental a esta cuestión, pero la cibernética ha minado esta certeza.

Para complejizar aún más el panorama, la cibercultura parece  estarse transformando en una religión, con Papa (B. Gates), catecismo (“El mundo digital” de Negroponte), lenguaje sagrado cabalístico (html), herejes (Linux), mística de una nueva época signada por la fe ilimitada en la Tecnología moderna.

La filosofía ha sufrido fuertes impactos con estos cambios y los últimos años han asistido al nacimiento de una neo filosofía transhumanista: esta corriente pretende una abstracción real de nuestra materia orgánica o cuerpo a través de una descarga que llevaría las redes neuronales de nuestras mentes a un ordenador.

El cuerpo como obstáculo para la mente habría así dejado de existir, cabría la posibilidad de extraer aquella del cuerpo material. Con prudencia, la autora designa esta corriente como “neofilosofía”, pues en sus teorías y principios resuenan los ecos que años de literatura de ciencia ficción han acumulado.

Los neofilósofos transhumanistas sostienen la posibilidad de un futuro en que el ser humano podría ver cambiada la que, hasta ahora, ha sido definida como su condición propiamente humana. Esta neofilosofía ha acuñado un nuevo lenguaje, considerando que el lenguaje que utilizamos es inapropiado para la expresión del nuevo mundo trashumano.

Y, en materia de filosofía, no sólo está presente la neofilosofía transhumanista. Ella cuestiona la tecnología, dando origen así a corrientes de pensamiento a favor o en contra. Estas corrientes son rebrotes de líneas filosóficas de los siglos XIX y XX. En la vertiente tecnófoba se alinean disidentes ecoterroristas, como Unabomber (autor de atentados terroristas) o Zerzan (filósofo cerradamente opuesto al desarrollo tecnológico), con propuestas neorousseaunianas que culpabilizan la cultura, en tanto otros autores culpabilizan a la naturaleza.

Un libro que ilumina el panorama contemporáneo con seriedad. Quienes hayan leído el Frankestein de Mary Shelley con placer, lo disfrutarán. Quienes detestan la ciencia ficción, tendrán la oportunidad de entrar en una e instructiva polémica.

 

Aída Miraldi

 

 

Ontología Cyborg. El cuerpo en la nueva sociedad tecnológica. Teresa Aguilar (Editorial Gedisa, Barcelona 2008)

 

* Tomado de revista Relaciones Nº  298 (Montevideo, marzo 2009)

Buscar en el sitio

contador de visitas