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sociedad

22.02.2011 21:15

 

 

Cine brasileño: “Tropa de Elite"

 

 

 

 

        Escándalo   de   los   pobres     

 

           y    explotación    cultural

 

                            

                               

 

 

 

En septiembre todo Brasil supo que se estrenaría una película. A mediados de octubre, muchísima gente ya la había visto y la película todavía no había llegado a las salas, que a su vez tuvieron que adelantar el estreno. Una gran parte de los espectadores estaba formada por personas que van poco al cine y casi nunca están informadas de acontecimientos culturales. La película era brasileña: Tropa de Elite (Brasil, 2007, José Padilha).

 

Cuando me enteré de qué se trataba, respondí que no me interesaba y que no la vería. A los pocos días me llama mi novia y me dice: “estoy viendo Tropa de Elite, la compré acá en el barrio”: Me sentí aliviado, no tendría que acompañarla al cine. Ya me había bastado con saber del tema y ver, haciendo zapping, una entrevista hecha al director en un famoso programa de la Red Cultural de Televisión de San Pablo (Roda Viva). Un par de días después recibo un mail de un amigo preguntándome si ya la había visto. No, mi novia la dejó acá en casa pero no la encaro. ¡Vas a ver que está buena!, insiste él.

 

Mi argumento era simple: que no quería ver las noticias del informativo en el cine o DVD: ya sé que en Río de Janeiro hay tráfico, que la cana entra a la favela, tortura y mata, y que los traficantes son igual de violentos o más. Cualquier lectura posible de ese guión me cansaba de antemano y el previsible maniqueísmo me daba pereza y hasta me indignaba.

 

 

 

 

CAMBIO DE RUMBO

 

Mi amigo me convence sin argumentos y veo la película. No tengo mucho para decir. Me imagino y me parece normal que a la mayoría de esa clase baja que no suele ir al cine y que compró millares de copias piratas en las calles de Brasil, le debe interesar ver una historia sobre la realidad que cubre un aspecto de sus vidas, de un día a día con el cual más o menos convive aunque no viva en favelas y en frentes de batalla tan violentos como el –realista- de la película. Cuando se vive y se creció en barrios alejados de los centros urbanos protegidos por una ecuanimidad económica mayor, es común que aquel chiquilín que uno conocía apareciese muerto el otro día por la policía o los traficantes; y sin embargo, son barrios, como las favelas, donde vive gente con las mismas aspiraciones que los demás.

 

La cosa fue pasando de boca en boca como un reguero de pólvora. Una película nacional que pensaba entrar al mercado como una más (despacio y en pocas salas), de pronto se convirtió en tema de todos, incluyendo a esos interlocutores que generalmente no dicen nada.

 

 Tropa de Elite al querer mostrar la violencia del enfrentamiento entre la policía y el tráfico en un territorio urbano específico (la favela), desnuda la violencia de la sociedad brasileña, enfrentamiento que no se restringe a ese conflicto ejemplar o sintetizador y que se traba en todos los espacios urbanos de forma más o menos sutil.

 

 Aquí la clase hegemónica domina "naturalmente", sin tener conciencia de que explota, y la clase subalterna se siente todo el tiempo dominada aunque ya no naturalmente: la revancha es inevitable. Gran parte del éxito de la película nace de que sobre todo un sector social (el que compró la versión pirata, confirmando la regla de que raramente va al cine, territorio que no le pertenece) se ve más o menos retratado y auto-narrado en una historia en la que hay elementos y personajes con los que se puede identificar. A veces es necesario que una obra de ficción explicite una relación cotidiana para que esta se haga visible. Pero dura un instante, se hace bulla una semana y la misma eficacia que tiene el cine para “colocar” el problema, también se vuelve ineficacia para tratar seriamente la cuestión del ejercicio brutal del poder, que se esconde atrás de ese espíritu aparentemente cordial, medio alienado, carnavalesco y fiestero. Pero no saquemos conclusiones fáciles: la narrativa Tropa de Elite también ayuda a comprender que la paradoja  consiste en que si acá a alguien se le da poder,  lo ejercerá de manera autoritaria, independientemente de la clase a que pertenezca.

 

Tanto los jóvenes que tienen miedo, como los que se identifican con el tráfico como forma de resistencia de clase, así como los periodistas con mayor espacio en los medios, todos tendieron a ver Tropa de Elite, como un retrato de la sociedad brasileña. Todos se identificaron con una película que narra algo que tiene que ver con sus vidas cotidianas. Los que aspiran a un Brasil diferente vieron en el violento capitán Nascimento una salida de la espiral de la violencia (paradoja). Los que quieren provocar y amenazar (para amenizar su self) ostentan el tema funk de la película a todo volumen, recorriendo la ciudad en sus autos tuneados. Por mi lado, la película pone sobre el tapete el evidente corte económico y social de clases que hay en Brasil, que viene de una estructura mental y social colonial que no cede y que se perpetúa también en las grandes ciudades.

 

 

UN PERSONAJE NEGRO

 

El negro de la película, infiltrado en la universidad, representa la voz de la clase excluida allí donde no se lo espera. El mismo sentimiento, aunque por otros motivos, puede despertar el capitán Nascimento (líder de la tropa), infiltrado en la favela para combatir el tráfico. El negro puede ser un héroe porque, ya hacia el final de la película, en un proceso de toma de conciencia de clase (y no de conciencia policíaca, como dice la voz que narra en la película), se infiltra (de nuevo) en una manifestación por la paz de estudiantes blancos y caga a patadas al pendejo en el piso que se hacía el loco frecuentando la ONG del morro; mientras lo patea, lo acusa de asesino y de promover el tráfico y la violencia con la droga que baja para sus amigos de clase media alta. El capitán Nascimento puede ser un héroe porque se transforma, para muchos jóvenes que ven la película, en una esperanza de control de una violencia que les saca el sueño y todos los sueños de futuro.

 

Es probable que esa lucha de clases sea invisible para el statu quo que ocupa los lugares de poder (periodismo, política, universidad) que tienden a atenuar el conflicto y a identificarlo como una guerra entre tráfico y buenos ciudadanos, para acentuar que un verdadero cambio social se estaría gestando, por ejemplo, a partir de políticas como la de la Bolsa Familia (antes  Bolsa Escuela cuando gobernó la actual oposición), cuyo monto ridículo es lo que la clase que asumió el poder presentándose como la más esclarecida, generosa y preocupada con la exclusión en Brasil (actualmente con Lula a la cabeza) está dispuesta a repartir entre esos  despojos sociales (Bauman), que en el caso brasileño son una clase que siempre existió y siempre sustentó a la minoría prudente. 

 

No quería ver la película, no quería ser cómplice de ese voyeurismo de clase, esa falta de pudor que estimula espiar la casa de los miserables para ver cómo duermen, cómo bailan aunque no tengan nada, como ríen aunque se estén matando, cómo hacen para vivir sin shopping. No quería ser cómplice de esa visita vacía en la que quien se invita a participar no ve nada más que a sí mismo mirando. Turismo de favela, práctica formal establecida entre aquellos que creen tener más conciencia y preocupación por los que reciben las migajas de las ayudas y políticas del gobierno, sin mencionar las diatribas populistas y cursis que no cesan. La vergüenza también es un sentimiento humano y no sentirla puede ser un mal síntoma. Hay una obscenidad en esta actitud que no choca a nadie. Alteridad e identidad son verso y reverso de un otro que me muestra a mí mismo.

 

Y sin embargo, parece que Tropa de Elite nos quiere convencer de que hay una guerra y que tenemos que elegir un lado; la mayoría del público fue embaucado por la orientación fácil de esa lectura de la sociedad brasileña que la película también ofrece, panorama simple y calmante del espíritu, a pesar de la barbarie de las imágenes y la trama. ¿Hay efectivamente una guerra entre dos lados diferentes, o hay una rosca que funciona por inercia con dos campos que son cada uno reflejo del otro?
Si uno la ve ingenuamente (y por la seducción, el cine es un medio que suele facilitar la ingenuidad) puede salir del cine pensando que el Estado, la ley y el derecho funcionan en Brasil, que abajo del morro hay un poder legitimado por el voto y otro poder que existiría como poder paralelo en la favela. Si lo hay, las reglas de funcionamiento de ambos no son diferentes: los dos aplican la arbitrariedad como norma. Estado de Derecho moderno es, en Brasil,  muy relativo y funciona de forma marginal, como excepción: las cárceles parecen navíos negreros (Castro Alves) y en Brasilia, como paradigma, se gobierna esta República desde lo que se llama literalmente un Palacio; y el rey está desnudo...

 

Si Tropa de Elite es en sí una representación realista, una narración de la forma como “se ve” Brasil de abajo del morro mirando hacia arriba, cabe preguntarse cómo sería una película hecha desde el punto de vista opuesto. ¿Qué elementos se destacarían? ¿Qué historia se contaría? ¿Habría una milicia violenta entrando en los corredores del poder instituido que viola el derecho y las leyes, que explota y humilla al subalterno sistemática y “naturalmente”? Por ahora, la reacción ha sido pura acción violenta urbana, porque los excluidos en esta sociedad, son cada vez más puro objeto de representación (de los políticos, del cine, de los periodistas, de la universidad) y no encuentran espacio para ser sujetos de palabra.

 

 

 

Juan Pablo Chiappara

 

 

*Tomado de revista Relaciones Nº 283 (Montevideo, diciembre de 2007)dic de 2007)

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