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__ASI SE PLANTA LA LECHUGA

    Radio Moscow en Zurich. Wilmar Berdino

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__R_osario BARES. Miguel Erre

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__Y OTRO ROBA EN SU AMBICIÓN. Leonardo Scampini
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__ALTERIDADES. Composiciones plásticas de Jeanne Sosa
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__POLÍTICAMENTE CORRECTO.Giovanni Sartori
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__TUS OJOS Y EL MIEDO. Poemas de Susana Páez
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 N° 5 - junio / julio de 2018

 

 No

 SantoAzar

 

 

 

¿Cómo sería el folclore uruguayo de esta época si el tiempo no hubiera dejado de pasar? Diego Azar y Santiago Lorenzo aproximan una respuesta inyectando vitalidad y movimiento a la canción popular de este pedacito de tierra planetario.

Una vidalita puede ser un candombe y tener voces de murga, una chacarera puede ser jazz, o un ritmo del llano venezolano puede estilizarse por la acción de cuerdas arpegiadas. Un gato puede ser tocado por un piano de música culta y correrse a la dinámica y la forma del candombe, la salsa, el barroco, la bossa nova y la milonga; o el  ruido de una cinta perdiendo hierro sobre el cabezal de un viejo casetero, derivar a una guitarra eléctrica rockera y a un posterior destino folclórico. Ahora suena raro. En unos años casi todos van a trepar por algunas de las cuerdas que aquí quedan colgando.

 
 

 

 
Con Johnatan Sconamiglio

 

 

QUE LAS VENTANAS 

                   SE PUEDEN ABRIR

 

Un día Paysandú le quedó chico y decidió probar suerte en la vereda montevideana. Se fue a la aventura total de conseguirse un trabajo en lo que fuera y pelear por su oportunidad en el mundo de las artes escénicas.

Varios años después su nombre suena en boca de actores, aparece en las fichas técnicas de agrupaciones de carnaval (Senegal) y de espectáculos de stand up (Horacio Rubino, Gabriela Lopetegui y Carlos Perciavalle), o se vuelve familiar en la cartelera capitalina a través de obras que él escribe y dirige como “Pecadoras. Una comedia de la hostia” (2016) o “Tinder. Noche de confesiones” (2017).

 

 

AMPLIAR EL HORIZONTE

 

Su origen actoral se pierde en el lejano 1997, cuando en el teatro A.R.A.S le tocó encarnar el papel de Fito en “El gran bonete” de Mauricio Rosencof, y cuando “el temido crítico de teatro Enrique Sánchez, luego de ver la obra -cuenta Sconamiglio- me catalogó como “auspicioso nuevo actor”.

Llegarían luego una sucesión de piezas de teatro para niños, condimentadas con participaciones en obras para adultos y revistas de carnaval, donde comenzó a incursionar en el rubro dirección y puesta en escena.

“El teatro para niños fue una causalidad hermosa -cuenta Sconamiglio-. Con el cambio de directiva en A.R.A.S tras la fusión con Arteatro, llegó la gran era de teatro para las escuelas. Recuerdo haber llenado seis veces el Florencio Sánchez en un día porque todas las escuelas del departamento iban a vernos. Estrenamos versiones de “Pinocho”, “La Bella y la Bestia”, “El mago de Oz”, “Un sapo en la ciudad”, “Hansel y Gretel”, “El médico a palos” (para niños); íbamos a las escuelas y los pequeños nos amaban tanto, que hasta tuve que crear una firma corta para cumplir con ellos a modo de autógrafo. Lamentablemente -agrega- el género infantil es muy costoso en su producción, y los padres sólo llevan a los niños a ver teatro durante las vacaciones. Igualmente lamentable es que casi siempre se elijan obras clásicas como las que hice en mis comienzos, en vez de obras escritas por dramaturgos contemporáneos. Así consiguen desalentar a los que como yo, nos dedicamos a escribir. Mientras que en Bogotá mi obra “Droqui el príncipe feo” se viene exhibiendo desde hace seis años con éxito arrollador, en mi país solo la pude mantener un mes en cartelera.”

 

Durante tres años consecutivos dirigió revistas que obtuvieron el primer premio en el concurso de agrupaciones carnavaleras: Misterio (2005), Extilos (2006) y eQuis(2007). Para esa misma época colaboró en programas de radio junto Alma Rola y Horacio Merlo (haciendo personajes como “Esthercita Martínez Campos”), dirigió -junto Aníbal Turrion- el área artística de A.R.A.S, y se embarcó a organizar espectáculos de “Café Concert”.

“Sentí que en Paysandú había llegado a mi techo -rememora Sconamiglio- y en 2008 decidí rumbear hacia Montevideo junto a mi fiel compañero Federico Lynch. Para sobrevivir, al principio daba clases de teatro en un instituto de danzas y trabajaba en la fábrica “Ricard”, una actividad muy dulce pero poco placentera. Mientras tanto escribía letras y buscaba sin éxito una sala teatral, porque para que te cedan un lugar es necesario contar con el respaldo de una promotora que yo no tenía.”

 

MILAGROS

 

Cuando se tiene que trabajar de lo que sea para mantenerse en pie y encima postergando aquello que más se desea hacer, no hay cómo evitar esa sensación de falta de aire, de ahogo. El cerebro trabaja horas extras buscando opciones, los ojos miran hacia todas partes procurando lugares por dónde salir.

En esa situación de seguro estaba Johnatan Sconamiglio, cuando el milagro dijo presente a través del director de una ONG (cuya tarea era juntar fondos para niños en situación de calle) que se comunicó por Facebook para contarle, que le había gustado un personaje suyo oído en un programa radial y que había pensado en la posibilidad de hacerlo en una velada de stand up para recaudar dinero. El joven actor sanducero no sólo aceptó el ofrecimiento sino que redobló la apuesta proponiendo organizar un espectáculo de café concert, a la manera de los que ya había realizado en el teatro A.R.A.S. Lo primero que hizo fue publicar en Facebook que necesitaba actores, bailarines y cantantes para un espectáculo a beneficio, y comunicarle a sus alumnos de teatro que para aprobar el curso, en vez de rendir un examen final, tenían que actuar en ese show.

 

 

“Federico Lynch se encargó de los bailarines y yo de los actores -cuenta Sconamiglio- y para hacerlo mas “montevideano” en vez de Café Concert le llamamos Varieté. “Varieté para enamorar” (2010), que así se llamó la obra . Se realizaron dos funciones con éxito de público y muy buena recaudación, lo que nos llevó a crear una productora ficticia sin recursos económicos (a la que denominamos ”Shock”) para darle continuidad al espectáculo. Así fue que nos presentamos ante Franklin Rodríguez, dueño de la sala teatral Espacio Teatro, quien sin mucho entusiasmo nos ofreció los días miércoles a un costo de cinco mil pesos la función, cifra que por entonces equivalía al total de mi sueldo mensual en Ricard.”

“Con mucha inconciencia aceptamos pero increíblemente -continúa narrando- agotamos las entradas durante cuatro meses. Franklin nos tomo cariño y nos propuso un contrato sin término bajando a tres mil pesos el costo de la sala . El elenco estaba integrado por veinte inexpertos en teatro más Bettiana Lemes, que viajaba para cada función desde Paysandú y se hacía cargo de varios papeles además de cantar. En su mayor esplendor decidimos bajar el show, en una estrategia comercial que nos valió que hasta el día de hoy, todo lo que hacemos se transforme en éxito.”

 

TRABAJO DE HORMIGA

 

Siempre es necesario contar con un poco de suerte y esa aparición del director de la ONG puede ubicarse bajo el ala de su reino, al igual que la asistencia del reconocido Hugo Blandamuro a una de las funciones a beneficio de “Varieté para enamorar” , con quien el artista sanducero trabó una relación que a la larga, lo llevaría a convertirse en su asistente de dirección para la obra “Divorciadas y Vegetarianas”. Pero la suerte no lo es todo. Hay que ser creativo con las oportunidades que aparecen y asumir el riesgo de tirarse a la pileta aunque no tenga agua. Y hay que tener un poco de talento. Y hay que meter horas de trabajo.

 

En ese sentido Sconamiglio es el mejor promotor de Sconamiglio. Su empeño armando blogs en internet (con abundante y prolija información personal y de los laburos realizados), o difundiendo por diferentes medios las obras que vienen representándose; su brío para crear una agencia productora de espectáculos y ocuparse de los detalles de dirección de las obras que monta y él mismo escribe, son muestras de su perseverancia.

Luego está el particular momento de la escena montevideana, no muy proclive a producir espectáculos con temáticas de actualidad y cierto tinte revulsivo. Ahí al parecer, Sconamiglio encontró una rendija -acaso no buscada- por donde colar la contemporaneidad de sus temas.

“Mi interés a la hora de crear teatro tanto como dramaturgo, actor, o director, es llegar a todos. Siempre digo -concluye- 'si le gusta a mi mamá, no me importa que los idóneos en teatro queden conformes'; yo no quiero un premio Florencio, prefiero una carcajada con aplausos. Escribo realidades para gente común, en muchos casos vivencias propias maquilladas en distintos personajes, o reflejos de historias de amigos. Prefiero trabajar con mis textos, aunque siempre digo que el autor muere en el instante que el director comienza a trabajar con los actores, allí el texto deja de ser mío y comienza a ser de todos. No busco ser revolucionario, aunque siempre se me ha considerado un tipo innovador.”

 

Leonardo Scampini

 

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 Más fresca que el río

 

 

Esa sensación de toda la vida por delante, esa inmensidad de tiempo desplegado como una carretera interminable de asombros y extrañamientos. Esa frescura única de la adolescencia, cuando "la brisa de la tarde nos daba el aire dulce, / aquellos sabores abrazados de inminencias, / como fotografías que aún no había sacado nadie". Cómo olvidar esa sensación del pecho atestado de aire, de nuestros cabellos de fuego echándole el resto al sol, entre "la esfumada consistencia y el aroma / de las florecidas galerías del hechizo". 

Esa moneda al aire que nunca terminaba de caer, en años de tumbas y de muertes sin embargo, de sesquicentarios celebrados y aromas fétidos que aún no se percibían del todo bien, que llegaban tenues sobre la brisa del cascarón apenas roto y nada advertido respecto a la vastedad de la inocencia, "mientras / en casas cercanas / el viento negro despedazaba / los cristales y batía / campanazos de cueros y metales".

Pero quedó el ojo y sus puerto de allá lejos, la evocación de los mejores días llevados bajo la piel, el finísimo cuello de botella de la melancolía y la certidumbre de que la inmensidad no era tanta, y que del vagón que viene llevando a los pasajeros, cada día se baja alguien más: "¿Por qué el fantasma del jardín / nos envuelve hasta encontrarnos / y nos sirve el plato más sabroso de esta cena? / ¿Por qué deambulo por la vieja casa hasta el conjuro / y le pido no te vayas, que ya no queda nadie, / que ya no se soporta esta ruina sin aromas, / que se han puesto a doler en mí todas las muertes?".

 

Sesquicentenario. Hebert Benítez Pezzolano. Antítesis (2017)

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M Ú S I C A

 

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C I N E

 

LLevamos marcapasos y estents. Clavos incrustados en los huesos que alguna vez se quebraron, caderas ortopédicas, implantes dentales y prótesis de siliconas. Somos artificio avanzando sobre la escencia específica del ser, dejándose absorber por ella, y aún así, la preocupación por dejar de pertenecer al dominio de lo natural, persiste.

Ahora mismo, hace su primera experiencia en el cuerpo humano el chip hormonal, se habla de tarjetas de identidad con gps incorporado, y hasta se ha llegado a imaginar anatomías con relojes biológicos para avisar sobre la muerte cercana. Cronemberg en cambio, pensó en puertos USB instalados en la médula espinal.

(Ver película en: https://www12.micuevana3.com/movie/existenz/) 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Tinder, noche de confesiones (de Johnatan Sconamiglio). Por Shock Espectacular Producciones. Con Carolina Taranto, Diana Santos, Rocío Da Silva y Juan Pablo Echeverría. Dirección: Johnatan Sconamiglio. Teatro Aras (Paysandú)
 
 
LIVIN LA VIDA LOCA
 
 
Se puede tener una escenografía de pocos elementos para rellenar el vacío, o se puede con esa escasez, hacer  la diferencia. Un almohadón con el dibujo de una calavera  sobre una silla en el centro del escenario, un espejo con forma de estrella y luces apoyado sobre una mesa. Son llamadores. Antes que se hagan ver los actores ya se ha logrado captar la atención. Luego la obra comienza y tiene unos minutos escasos para atrapar al espectador y llevarlo en el tren de su planteo hasta el final. 
Cuando Carolina Taranto aparece en escena consigue en un tris ese objetivo, y cuando llega a la casa la primera de sus amigas -Diana Santos- y cuando llega la segunda -Rocío Da Silva- y cuando se va tejiendo la trama de esa noche especial para ellas, sucede eso: la obra te atrapa.
Primero porque el nivel actoral va desde la excelencia hasta lo aceptable y eso contribuye a hacer creíble lo que sucede, a vivir la puesta como una situación reconocible. Segundo porque hay un texto que se la banca, que no deja mal parado al actor, que se nota su hilado fino para que el público se vea arrastrado con cierto vértigo desde el principio al fin, y que coloca el chiste en el lugar exacto en que la obra lo requiere para lograr su objetivo. Tercero porque me habla de ahora, de un fenómeno social que acontece por obra y gracia de la tecnología y que puede disparar situaciones como la que Tinder exhibe. 
Isabel, Mariel y Andrea, cansadas de ser utilizadas por los hombres y de que siempre las dejen pagando,  deciden citar a uno mediante la aplicación para encuentros amorosos llamada Tinder -una de las tantas que pululan en internet-, para tener una noche de desenfrenada pasión.  Allí claro, la cosa se enreda y surgen por lo menos dos situaciones donde todo se entrevera mal y la misión de divertir que toda comedia se propone, se cumple con creces.
Carolina Taranto y  Diana Santos son dos actrices que es un espectáculo aparte verlas. Sus personajes están en un sitio psicológico especial. Son mujeres arrebatadas, dispuestas a todo,  en una  intimidad donde la persona es la que es, sin el maquillaje del rol social, sin la máscara necesaria para salir a la calle. Ellas pintan el estado de ánimo de esa intimidad con natural desparpajo y a la vez,  se  desdoblan  volviéndose esa máscara social, cuando el conflicto da la cara y un cierto peligro amenaza con arriar las banderas de sus propósitos.
 
De cualquier modo, Tinder tiene sus fallas. Una de ellas se asocia con  cierta zona del texto -donde no alcanza a delimitarse bien, quién es en realidad el hombre que llega a la casa para saciar el hambre de sexo de estas mujeres-,  y la otra tiene que ver con  la actuación de Juan Pablo Echeverría, que no resultó convincente por dos posibles razones: porque acaso no da con el perfil del personaje que encarna, o  porque está al lado de actrices tan soberbias que empequeñecen su papel.
El final es brillante por lo inesperado y por lo contundente. Si la comedia logró enlazar al espectador en el inicio, y luego jaló de su cuerda de interés llevándolo, lo único que faltaba era un remate de esos, en los que parece que la solución del conflicto lleva a un desembarco apacible, y de pronto en el último segundo la nave choca contra el muelle y brota un nuevo lío. Pero uno apenas dicho, que no tendrá oportunidad de desarrollo, que su única función es la de dar ese efecto final y bajar el telón con una carcajada generalizada. Un final de esos que todos entienden, sin necesidad de que alguien apague las luces para comiencen a sonar los  aplausos. 
 
Leonardo Scampini